Cada vez con mayor frecuencia, vemos a triatletas y a otros deportistas apegados a los nuevos tiempos. Al progreso. A la tecnología. Está muy bien.

Cuerpo humano al máximo de sus capacidades. Aparatos que nos indican qué hacemos, para qué trabajamos. Volúmenes e intensidades perfectamente definidas y aplicadas. Está muy bien.
Tal vez en el futuro veamos triatletas con un nutrido grupo de entrenadores, fisiólogos, todos con sus batas blancas, equipos y dispositivos sumamente sofisticados y perfectos, midiendo todas las funciones vitales y también algunas que no lo son. También estará muy bien.
En última instancia, la perfección. Vale. Pero al final , tendremos el recorrido impredecible de un triatlon , de cualquier competición de resistencia , esto en suma es lo que estará ahí afuera. A la intemperie no habrá nadie con batas blancas; ese desafío del máximo calibre siempre contiene lecciones imposibles de aprender, o de definir, en situaciones estandarizadas y protocolizadas.

Todas las herramientas están bien. Son deseables, necesarias; pero no nos engañemos. Dotado ó no de innovaciones, el fondista aprende a la intemperie; entre otras cosas aprende que las grandes distancias no son tan solo fruto del talento y del entrenamiento. El fracaso aguarda a los que creen que para ser un top 100 en Hawaii, ó un top 10 en el Nacional de Triatlon, lo unico que se necesita es un corazón lento, unos umbrales definidos, piernas fuertes y mucho tiempo libre.

Entrenamiento racional, no exento de sofisticación, pero no necesariamente apegado al snobismo.Con el tiempo aprendemos ó aprenderemos que mucho más que materiales perfectos, lo que necesitamos es entrenar con muchos meses de antelación para un objetivo, pero también que el exceso de entrenamiento es peor que no entrenar lo suficiente; que necesitamos alimentarnos bien, hidratarnos correctamente, sabremos como neutralizar el calor, el peligro de comenzar excesivamente fuerte un entrenamiento ó competición. Sobre todo aprenderemos que la verdadera lección nos la proporcionan las horas de trabajo adecuado, cuando entendamos, por fin, que algo muy especial está sucediendo dentro de nosotros mismos.
El triatleta que busca mejorar, perfeccionarse, ha descubierto lo mismo que Einstein hace algún tiempo: que Dios no juega a los dados con el mundo.
PD. Este post por supuesto no anula lo proclamado en entradas anteriores, sino que, bajo mi criterio, lo completa. Y que con amplitud de criterio, utilizando la intuición, el empirismo, la ciencia y la experiencia, lograremos, tal vez, encontrar una verdad pequeña.