Hace muchos años , mi padre me dio una lección de esas que en el momento no valoras, pero al cabo de unas décadas puedes comprender en toda su dimensión. Recuerdo que caminaba con él por mi ciudad, Talavera, y un conocido empresario local le asaltó por la calle, en aquellos tiempos de las relaciones sociales y no de redes, entablando una conversación en la que le ofertaba trabajar por las tardes llevando la administración de su empresa , ganando más que en su trabajo ordinario, (empleado de una entidad bancaria). Mi padre se disculpó , agradeciendo al señor su oferta, alegando algo que no recuerdo. Seguimos caminando y le pregunté el por qué de su respuesta, que entonces no llegué a entender…»si ganas más ahí en dos horas por las tardes que en tu trabajo de ocho horas… por qué no has aceptado?»  a lo que mi padre contestó… «la mayor riqueza de un hombre es su tiempo libre. Algún día lo entenderás».

Mi padre y yo. 1963.

  La mayor riqueza de un hombre es dedicarse con pasión a lo que le mantiene vivo, lo fui entendiendo y desarrollando durante más de 40 años, tal vez de manera no consciente desde ese momento, pero sí de forma más meditada después . Muchos días recordaba aquellas palabras , sobre todo años más tarde, cuando él ya no estaba y no podíamos conversar. Pero aunque él pudiera haber entendido mi pasión por las largas horas al aire libre entrenando a pie ó en bicicleta, y la riqueza de todo aquel tiempo y su intensidad, puede ser que en algún momento se hubiera preocupado por la obsesión, (a veces llegando a lo maniático e incluso antisocial ), que se asocia a algo tan absorbente como es el deporte de resistencia. Correr, nadar y pedalear, son actividades  que haces frecuentemente solo o con algunos amigos, pero sin la vida de vestuario, ó de club social que puedes hacer en los deportes de equipo. Y , además, yo me esforzaba como si me fuera la vida en ello, pero no porque soñara con ganar alguna competición, que también a veces, sobre todo me esforzaba a menudo hasta límites para mi antes desconocidos, por la esencia, la pureza y la soledad que entiendes y descubres lejos de la ciudad y los muros de hormigón. El lado malo de todo esto para ser considerado un ser social, pero bueno para tu yo profundo, es que este estilo de vida te aleja a menudo de tu condición de ciudadano y te lleva a un dominio difícil, un límite que hay que saber gestionar , porque puede abocarte a sobrevivir como un hippie o convertirte en un inadaptado. A menudo entrenar se convertía para mí entonces en ese algo que te apartaba de lo demás y los demás … y conviene no perder el norte, porque al final de todo, pensar solamente en entrenar es algo desinteresado, pero a la vez  puede ser profundamente egoísta, y conviene poner el acento en lo más provechoso e ir adquiriendo en el camino dosis de realidad. Me fui dando cuenta en este camino de aprendizaje que entrenar resistencia es muy radical a veces , por el rechazo a los valores convencionales del deber y el éxito. A día de hoy, y con una mirada retrospectiva, puede resultar raro que mis padres no aplicaran a mi vida una mayor disciplina, ausentándome como me ausentaba casi siempre de la vida familiar, apartado de roles convencionales, con la excusa de correr kilómetros y kilómetros en soledad, pero con los años los fui entendiendo y agradezco años después aquel carácter liberal y permisivo que me permitió conocerme mejor y aprender por mi mismo. Mi padre, en el fondo era un verdadero humanista,  aunque él  no lo exteriorizara, y además la vida en los años 80 y 90 fue entrando en un bucle de evidente relajación en las costumbres y gracias a ello fui descubriéndome, pasando mucho tiempo en plena búsqueda interior y sin que , a menudo, nadie me echara en falta.

H19, Kona Hawaii, año 2007

Esta es la grandeza de la resistencia, aunque no entenderlo en perspectiva pueda llevarte a la miseria. Hoy sí puedo decir que soy un hombre libre, entendiendo la libertad como realización e interés vital, y que tras muchas peripecias vitales encontré mi camino. Ojalá vosotros, lectores y amigos, encontréis el vuestro, aunque el dolor, el propio extravío a veces y la incomprensión sean verdaderos obstáculos en un camino no exento de dificultades y búsqueda constante.