El largo viaje es el final, y también el principio. Es el final de un largo proceso, mucho entrenamiento,y muchos nervios antes de la clasificatoria, en mi caso Lanzarote; siempre digo que clasificarse es lo más duro. Una vez con tu slot te tomas las cosas con calma, tratas de disfrutar al máximo y el verano es una estación maravillosa, llena de matices y sensaciones; todo un estío para entrenar y deleitarte, con la sensación de haber hecho bien los deberes.

También es el principio; porque una vez en Kona, la vida es distinta, es como hacer un paréntesis en tu vida y recibir un gran premio de fin de curso, es el regalo a montañas de esfuerzo.

Mañana me voy; observaré bien mi entorno, mi casa , mi cafetería y mis parques, porque se que a mi vuelta todo será un poco distinto, ni mejor ni peor, simplemente diferente. Mi espíritu seguramente estará en paz. Será el final de una etapa de mi vida, pero también será iniciar cualquier nuevo largo viaje con el que ilusionarse.

Ha habido gente que me preguntaba por qué volver alli. Es sencillo. La primera vez que fui a La Meca era un triatleta bisoño, con muy poca experiencia, y había bebido poco de las fuentes de la épica y mística de los Hombres de Hierro. Ahora, diez años después, si me siento preparado para ir. Entonces fue un regalo, aunque me lo ganara a pulso. Ahora, es un premio.

Quiero antes de irme dejaros algunas imágenes de la historia , muy viva siempre , de Hawaii. De arriba a abajo, Lynn Brooks, la mujer con más camisetas de finisher en Kona; Mike Pigg, uno de los grandes, aunque no del grupo de los Big Four; una de las victorias de Dave Scott, «The Man», cuando cazaba a un dubitativo Mark Allen caminando. O por último, una de las grandes reinas de Kona volando bajo en la bici: Natasha Badmann.

Intentaré contaros más historias y leyendas desde la misma lava.