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(XI)

Quién de nosotros no se siente cansado de los que nos prejuzgan ó aleccionan sin conocernos? siempre dando explicaciones monotemáticas a las mismas cuestiones… que si que pesadez con lo de entrenar, como si no tuvieras otra cosa que hacer; que para qué vas a competir, si nunca ganas; por no hablar de las continuas recomendaciones de que comas más, que si vas a enfermar, que si te pasa algo, tanta delgadez…

Entrenados en el arte de la inhibición, solemos ignorar estas y otras cantinelas. Aún así, atosigados a veces, podemos pasar a la ofensiva. Como mi amigo X, que no tuvo más remedio que sacudirse a un pelma compañero de clase, casi voceándole, mientras caminábamos por el madrileño Parque del Oeste…» y tú…¿qué pretendes? sobrevivir? ó bien tener impulsos, crecer, pensar y utilizar tu cuerpo, usar palabras ciertas? Elige. Vive en la necedad ó abre tus ojos a lo auténtico».

(XII)

Me perdería corriendo por los campos ocres del otoño, entre árboles caducos, si no fuera por mi escasa forma de ahora.

Un viejo conocido me confesaba su miedo a perderse, dar la espalda al ruido de la urbe, escapar en solitario al campo infinito. Decía sentirse intranquilo, alertado por los ruidos en la soledad del campo otoñal.

Compadezco su inadaptación. Nunca me sentí más seguro y a salvo que en el silencio paciente de los montes: abrir nuevos caminos en la espesura, alentado por la propia respiración. Tranquilidad del alma y retiro de la multitud, en eso radica mi seguridad.

(XIII)

Competición; no hace mucho pude sentir aún esa sensación única. En el ambiente, como un halo de hoguera. Baile en el viento, que cimbrea la maleza en las cunetas. El público aplaude y jalea, trivilializando el monumental esfuerzo que ha de venir. Minutos, a veces horas, de intensidad. Sufrir y culminar.

Lo más importante: aceptar el resultado, sea el que sea, con alegría y positividad. La derrota es siempre un principio y un triunfo la culminación. Nada es mejor y todo enseña.

(XIV)

Lamento que haya personas que piensen siempre y tan solo en la competición. Solo en eso. Competir obsesivamente en pos de una sucesión de números que dan razón a su existencia.

Lamento como miran con displicencia a los que se recrean y juegan con la vida.

Aplaudo su abnegación, pero es tan solo eso, persecución obsesiva. Por eso lo lamento ; porque el deporte verdadero es algo más, es un bien para el ser humano y viste de alegría la vida, es armonía y libertad. Y la libertad solo se logra si seguimos a la espontánea naturaleza, esperando de nuestro esfuerzo, pero suprimiendo los deseos.

Vivir es jugar. Y quiero seguir jugando.

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