Muchos de vosotros sabéis que la carrera a pie es una de mis grandes pasiones. Durante más de dos décadas, he vivido un largo aprendizaje que en alguna época me ha llevado incluso a obsesionarme un poco con los métodos de entrenamiento. Mi gran preocupación, como entrenador, es encontrar la vía más adecuada de formación para conseguir el gusto, la pasión y construir verdaderos cimientos en los más jóvenes, que puedan aprovechar si alguna vez, ya adultos, deciden competir de veras. Por no hablar de los beneficios que consiguen en el presente.

Antes de nada, para mi la carrera a pie, inmersa en este caso en el triatlon, debe representar, como el triatlon en si mismo, una cierta dicha de vivir, y sin miedo debemos decir, un estilo de vida.

Cuando se trata de jóvenes, que ya no niños, es cuando el problema debe abordarse con verdadero rigor. Para un triatleta adulto , un exceso de entrenamiento ó una mala planificación tiene tan solo el riesgo de desajustar el estado de forma, los objetivos , ó como mucho, un sobreentrenamiento que es reversible con descanso y una reorganización de los medios de trabajo a medio plazo.

Pero frecuentemente vemos a triatletas de edades cadetes y junior realizando entrenamientos de adulto en miniatura y, verdaderamente, esto sí es cuando menos cuestionable. Rendimiento… tal vez, pero no a costa de la formación.

La condición física y técnica deben ocupar al menos un 50% del tiempo de nuestro trabajo de carrera a pie en estas edades, y solo en categoría junior, en los últimos años, el entrenamiento puede adoptar la estructura propia de un triatleta confirmado.
Y hablaré, como casi siempre, del entrenamiento natural. Yo , soy toledano y tuve como referencia y maestro siempre a Martin Velasco un enamorado de los sistemas preconizados y difundidos por Olander, y más tarde Lydiard y Cerutti de los que otras veces hable. Me hace daño ver a muchos jóvenes entrenar sistematicamente la carrera en una pista de atletismo, con un control férreo del ritmo y las intensidades de trabajo, algo que siendo útil en algunos momentos de la temporada y de forma muy dosificada en su administración, es nocivo si se utiliza de forma indiscriminada y habitual.
Como veis en las imagenes, yo entreno con los chicos de Talavera en una pista, sobre todo hasta el verano ó en días de vacaciones, que podemos desplazarnos a los circuitos del campo ó bosques a diario. Pero no tocamos el pastel, tan solo el día del cumpleaños, (la pista es el dulce y solo se saborea en contadas ocasiones). Utilizo circuitos que nosotros mismos diseñamos y a veces sin conocer la distancia real de los mismos, cambiando el sentido, en subida ó bajada, en tramos acelerando, tramos de respiro, siempre controlando una intensidad adecuada mediante la toma habitual del ritmo cardiaco ó simplemente por medio de la observación, ojo clínico.
Este tipo de trabajo en terreno variado permite la adaptación a todas las formas de piso y los gestos se efectuan naturalmente dependiendo del estado del terreno. Cuando el suelo está seco, no hay problema: el ataque del pie es fácil y el impulso certero; en las curvas, el ritmo de las zancadas se reduce en la aproximación, el equilibrio se asegura con el apoyo más plano del pie; en las salidas, se utilizan los brazos y su acción correcta para impulsarnos, en las subidas las zancadas son más cortas y frecuentes, en las bajadas más amplias dejándose llevar y aprovechando alguna aceleración en los tramos inmediatamente posteriores de llano.
Necesitamos de algo más que conocimientos técnicos para prescribir entrenamiento, sobre todo en jóvenes. Necesitamos imaginación. Se pierden fondistas por el tedio de ciertos trabajos; el gusto por el entrenamiento, por la carrera a pie, está ahí, en todos los jóvenes, solo hay que despertar algo en ellos.
Y ese algo es, tan solo, la alegría de ejercitarse.