Bien, en algún post reciente hablé del juego; de la necesidad de jugar, de la importancia del juego en nuestras vidas.

Y como en los últimos tiempos me ha dado más por reflexionar que por entrenar, voy a apurando mis reflexiones…¿dónde residen hoy valores puros como el sempiterno «lo importante es participar»? ¿Hemos acabado con el juego deportivo? En realidad, al deporte de competición de hoy le asaltan , como a cualquier otra actividad, las lacras enquistadas en la sociedad misma… los engaños, la trampa, la artificialidad, la ambición desmedida…

Tal vez era inevitable. Pese a que el deportista puro consagra su vida en colaborar con los demás y representa al «hombre noble» del que nos hablaba Ortega, se exige cada vez más a si mismo y, por tanto, se aparta del desfallecimiento, de la pasajera postración. Se aleja cada vez más de adoptar actitudes naturales. Incluso trampea , utilizando sustancias prohibidas ó presumiblemente milagrosas aunque permitidas para llegar más arriba,para quedar por encima de los demás y proclamar su «superioridad». Esto es la negación más flagrante de la esencia.

El deporte no se pudo quedar al margen de la evolución de toda la sociedad. La vida, cada vez más, es para los astutos, para los que viven sin reparar en el descanso, para los que no dedican tiempo para mirar al techo largo tiempo, (como confesaba hacer Miguel de Unamuno cuando no tenía nada que rascar). En esta voragine, el amateur tal y cómo se entendía en el deporte antiguo, va desapareciendo ó casi no existe ; quedó apeado en el camino, en su deseo de seguir jugando.

En los antiguos Juegos Olímpicos, me refiero a los de hace décadas, existía el deportista que compartía su actividad discretamente con alguna otra , es decir, tenía intereses al margen. Asistir a unos Juegos,para él, era una manera de aproximarse a la gracia física, la relajación psicológica y a su integridad personal; debería pensar algo así como «juego,luego existo». Sinceramente, puedo decir que yo también he sentido esto mismo muchas veces en los últimos años.

Y si los adultos abandonamos la posibilidad de entregarnos noblemente a nuestros juegos deportivos, es tal vez porque el niño se ve apartado cada día más de ello también. Las nuevas costumbres e imposiciones propias de la sociedad han cercenado lenta y silenciosamente esa necesidad vital en las nuevas generaciones.

Reivindico desde estas humildes líneas al deportista aficionado, al amateur que continúa ilusionado con su juego deportivo y vive en ese estado maravilloso de permanente adolescencia.

El triatleta , ejemplo de deportista integral que da todo a cambio de nada, ofrece por eso a menudo esa imagen de individuo inadaptado ó extravagante,pues el mundo real que le rodea se escapa de sus convicciones. Nadie ni nada le obligan a ejercitarse ,y tal vez si le empujasen abandonaría. Conserva la frescura de la primera juventud, hace algo a cambio de nada y por eso ha encontrado un verdadero camino de autorealización y hasta de salvación.

Y tú, que a menudo me lees,procura conservar también la fantasía, la ilusión, el gozo de jugar día tras día. Yo te confieso que también lo intento. Si es así y lo conseguimos, habremos encontrado nuestro propio paraíso.