A pocas horas de que un disparo de cañón preceda al clamor de la multitud, acá a miles de kilómetros permanecemos silenciosos, expectantes.

Ser un Ironman. He ahí la cuestión. Suena grandilocuente, hermoso, sonoro. Un Ironman en la más concreta acepción de la palabra: un finisher en Kona.

Este deporte nació casi desnudo, frente a los elementos, (el sol, el viento, el agua…) y es por ello que resulta entrañable, legendario, e inspira sentimientos de nobleza, sacrificio, ternura y hasta místicos ó religiosos.
Ser un Ironman; luchar entre gotas de agua, frente a los caprichos del viento, forzando la atmósfera, (la densa atmósfera de Hawaii) para llegar a ser inaccesible, muriendo casi para rozar la inmortalidad , esa intemporalidad que proporciona la gran medalla de finisher colgada al cuello.

La Leyenda es Dave Scott, que simboliza el nacimiento del Ironman a los tiempos modernos; la IronWar , una de las más bellas luchas deportivas contemporáneas , y que abrió la ventana del triatlon al mundo. La Leyenda la construyen los Age Groups anónimos, que pelean por la meta hasta la extenuación, cuando el sol comienza a caer, independientemente de su edad; The Pier, o el Lava Java son casi santuarios a los que peregrinar. Y la Leyenda es Paula Newby ó Natasha, «The Swiss Miss», paseando en un coche engalanado en la Parada de Naciones.

Viviremos muy cerca , aunque a miles de kms. , el día más grande de todo el año para los triatletas; no olvidéis que tenemos una cita.