La vida son momentos encadenados, momentos que aparecen y desaparecen y se transforman a cada segundo.

No hay ninguna palabra para describir la sensación de sentir como el tiempo corre , como fluye a través de nosotros; como en un instante, pueden verse reflejados años de vida esforzada.

Momentos que se abrazan, que se pertenecen, como eslabones de una larga cadena…

El sábado fue el Triatlon de Pareja. En un momento, en el acto final de la prueba, tan solo un instante sirvió para sentir, percibir, uno de esos momentos únicos, mágicos, esenciales. Fue tan solo una mirada, y dos palabras repetidas de ánimo, para sentir esa sensación de felicidad especial que a veces tiene el deporte.
Daniel Arriero triunfó , con solo 20 años, en la general absoluta, eclipsando a los favoritos a priori y yo, que lo he visto crecer deportivamente, hice las dos últimas vueltas, una vez que me dobló y superó, feliz, viéndole volar en pos de la meta, y recordando muchos momentos desde que llegara a la Escuela de Triatlon con no más de 13 años, su primer acuatlon en la Casa de Campo con solo 15, su primer triatlon al que viajamos juntos en mi coche con las dos bicis , con 16 años, en el que salimos juntos del agua y ya no volvío a verme la rueda y ahora, que ya no podría seguirle nadando ni 50 metros…

Dani es como es, luchador y gran deportista, pero sobre todo sus grandes valores son los que hacen grande a una persona: fiel, voluntarioso, irreductible, constante… uno de esos hijos deportivos de los que sentirse orgulloso.

El camino acaba de comenzar.