No pude celebrar mi 15º aniversario con la isla de Lanzarote corriendo el Ironman. Pero como siempre, he vuelto. La isla que tanto nos ha torturado en el pasado acaba siendo nuestra confidente siempre.

Contrastes celestes y cenizas, cautivadores, que invitan a la escucha interior. Siempre hay un tiempo para uno mismo aquí.

La prueba es la Batalla moderna por antonomasia. Los guerreros se preparan con mimo y en sus ojos se adivina, a pocos minutos de entrar en el fragor de la lucha, la intensidad del momento.

Las armas se velan desde la noche antes. Cientos de monturas torturadas en largos meses de preparación aguardan su momento álgido de protagonismo. Son armas afiladas, certeras, adaptadas a luchar con viento del océano y fuego celeste.

Navegar por aguas tormentosas, agitadas por la fuerza de los hombres y la naturaleza. Escuchar voces cercanas ó lejanas, entusiastas ó indiferentes; y sentir muy dentro el silencio, largo silencio.Esto es Ironman.Pero el epílogo habrá de dirimirse en el coliseo de Puerto del Carmen, el lugar donde la Batalla te desentraña.

La Batalla deja secuelas,y también rostros amables; quedémonos con estos últimos. Y en el futuro, entregémonos a la lid tan solo si física y mentalmente estamos dispuestos a consagrarnos a Cronos, dios del Tiempo, y entregar parte de nuestra existencia en aras de la dura contienda.