No conviene mirar atrás, pero a menudo el recuerdo de casi 47 agostos te hace más ponderado, equilibrado y puede que hasta más sabio. En mis recuerdos, existen muchas sonrisas, jardines, campos inagotables, lunas y soles.

Conversaciones inacabables e inacabadas, sueños, ideales, ambiciones, realidades, máximas en las que recrearse y a las que no renunciar.

De otro lado, la oscuridad en la vida y en los sentimientos apaga la felicidad y nos sume en la incertidumbre.Lo se, por lo vivido. Por eso se que debo huir de ello.
En mis años, he conocido algo así como esa felicidad, y mirando en mi interior casi la puedo identificar, un estado placentero e irreal, en el que vivir para siempre,soñando y existiendo. Busco ese lugar, pero no sabría decir si es un sitio, si vive en el viento,o es una conexión hormonal, si es el espíritu exaltado… Ni siquiera se decir qué dios me proporcionaba semejante estado emocional.

Solo se que esos momentos, que ya viven para siempre en mi , me proporcionaban la paz y también la convicción de vivir despacio , sin apremios ni servidumbres.

Puedo recrearlos, (ojalá!), y recordarlos, si percibo un aroma en el amanecer, si escucho los sonidos del atardecer, el ruido fluído de una carrera, ó el viento henchido de fresca vida, penetrando y fluyendo hasta lo más profundo del espíritu. Quiero existir de acuerdo con lo vivido, evitando la oscuridad, mirando hacia mi interior y buscando el sonido amable de la vida.
Y que mejor momento que el verano para vivir de acuerdo a ello.