Puedes enamorarte de la Isla. O puedes odiarla. Pero seguro que nunca te dejará indiferente.

Un año más viajamos del frío invernal a esta Tierra impactante y, por momentos, jugamos con las tonalidades, los vientos y esa atmósfera sin paragón.

Casi siempre subiendo y  viajando entre nubes amigas que transmitían el deseo de ir lejos.

Recorriendo los caminos que un dia nos hicieron dar lo mejor de nosotros mismos; ahora, como a cámara lenta, deseando percibir el entorno más intensamente.

Momentos también para observar, transmitir, rebobinar y encontrar en lo más profundo matices que compartir; y nada mejor que sentirte escuchado.

Momentos también genuinos, en absoluta soledad, necesarios, mientras los demás descansan. Aún así, siempre algún ojo inquieto te observa.

Puede que cada paraje de Lanzarote me sea conocido y familiar. Entrañable y mágico. Pero siempre hay algún rincón que explorar.

En cada momento, en cada parada, la sonrisa, la camaradería y el gesto afable de los chicos. Y hoy, desde aquí, quiero enviar un abrazo grande a JuanLu, a la izquierda, él sabe que pese a que sienta desgarro ahora, un camino no se construye tan solo con sonrisas, sino con muescas de dolor y renacimiento. Volverás amigo.

Y nosotros volveremos.