Este amanecer viene de lejos; de muy lejos, como un velero enmedio de la nada. Sombras estiradas, infinitas, emocionantes, se recortaban en el horizonte, cada una de ellas con una gran historia, un nombre. Leyenda en cada cuerpo esculpido por el cincel del esfuerzo; músculos ahora en vigilia, alerta, expectantes.

En esos momentos, sentía mucho. Me imaginaba a mis seres queridos muy lejos , pero pendientes de mi. Tumbado junto a otros compañeros, en el cálido suelo al borde del océano, aguardaba. Soñaba. Pensaba si al día siguiente, en el suelo, seguirían mis huellas perdidas, y en el fondo de las mismas, aquellos granos de arena.

Cierro los ojos. Visualizo 140,6 millas, intentando sentir paz. Lo consigo. Abro los ojos. Entre las montañas y las palmeras, veo sonreir la gracia del cielo en forma de sol. Yo quisiera, ahora, estar allá arriba, ver todo desde allí… pero sigo aquí. La sombra coquetea con la luz y , todos, estamos preparados.