Llega un momento en la existencia de una persona que podemos denominar la Edad de la Razón. No hay una edad determinada; pueden ser los 30, los 51 ó los 62 años. Esa edad en la que los errores y desengaños de una vida llena de muescas te condicionan.  Ese momento en el que también los éxitos y la complacencia hacen que te acomodes; y solo tienes dos opciones: correr las cortinas que te permiten ver el paisaje y contentarte con que el tren de la vida siga su camino con el destino ya predeterminado casi, ó apearte en la siguiente estación.

 

La decisión es difícil, como la de lanzarse a un abismo. No todo el mundo está dispuesto a afrontar ese riesgo; puede ser algo así como volver a nacer, casi como cuando un accidentado despierta en la UVI de un hospital después de días de tinieblas.

 

Yo me apee del tren hace muy poco, en la última estación que encontré. Me he llegado a sentir solo, con frío en el alma , desamparado, pero encontré manos amigas. En el pasado llegué a  perder  la sinceridad con mi yo profundo, por esos avatares no planificados ni deseados de la Vida. Hasta ese momento en el que me bajé en aquella estación, me estaba convirtiendo en la persona que había aceptado ser, pero no en la que quería ser. Me pasé meses y meses, con anterioridad, cuestionándome el recorrido vital con el que me conformaba y llegó un momento en el que no tuve más opción para sobrevivir que ser valiente ; no aceptar el rol que me había autoimpuesto y tratar de llegar a , de nuevo, tener la sensación de que lo que puedo hacer  en esta vida es importante.

Propia vida
Para cualquier ser humano, esta vivencia es inevitable, pero también deseable ¿Quién no ha llegado a experimentar esto? Se trata de valentía, no de cobardía, y sobre todo de amor a tu propia Vida, que es en realidad lo más importante que tenemos, nuestra propia esencia. Renacer podría llamarlo. Yo lo llamaré Tercera Juventud, ó la Edad de la Razón Plena, porque así lo siento y así se lo refiero en un tono no exento de ironía a mis allegados. La Segunda Juventud la pude experimentar a la edad de 33 años, cuando descubrí el maravilloso deporte del Triatlon como practicante entregado, ese deporte que me ha procurado toda suerte de vivencias y aprendizajes, positivos y también a veces negativos, pero siempre reveladores.

 

La Tercera Juventud de mi Vida , (siempre Vida con mayúscula) comienza en ese momento en el que resueltamente me apeo del tren y desembarco, (nunca mejor dicho) en una Isla Bonita. Y no se cuando terminará. Ojalá cuando la Vida me de la oportunidad de ampliar mi mente y mi alma en la misma medida que ahora lo siento. Tal vez entonces esté iniciando un nuevo viaje.