“Me vine a los bosques porque quería hacer frente a los hechos esenciales de la existencia, por ver si era capaz de aprender lo que ella tuviera que enseñarme, y para no descubrir, al final de la vida, que no había siquiera vivido.”
H.D. Thoreau

La noche del 31 de diciembre cae, como un manto sobre el Mundo. Ruido, algarabía, hasta prisas, vorágine que uno no acaba de entender. Se repiten las escenas, un año tras otro, se mecanizan los momentos, se repiten los tópicos y ante esto…muchos nos inhibimos.

La mayoría de los hombres viven una vida de tranquila desesperación. Lo que llamamos resignación no es más que una confirmación de la desesperación.Esto ya lo dijo H.D. Thoreau y la realidad de hoy no hace sino corroborarlo.

Al igual que Thoreau encontró su Walden, también habitualmente muchos lo buscamos, y por un tiempo , damos la espalda al mundo y nos damos un baño de silenciosa soledad. Se me antoja necesario.

Prefiero acostarme temprano en Nochevieja. Dormir al menos ocho horas, y cuando la luz anuncia el nuevo día y la mayoría de los mortales se esconde de ella, yo la busco. Y que mejor lugar para encontrar el silencio, refugiarse en uno mismo y los propios pensamientos,que la Naturaleza.

Hoy el día era frío y nublado, pero extraordinariamente bello. El Monte de San Isidro en León, es un espacio de grandes posibilidades , ideal para la carrera a pie y el senderismo. Hoy, el único ruido, era el canto de los mirlos.

Una buena sesión de carrera a pie para empezar el año, muy cerca de la casa familiar, alejado de grandes celebraciones ó excesos. Que mejor manera de celebrar que los años pasan y, con ellos, poder reafirmarte en tus convicciones; y sobre todo, en la más importante de ellas: lo verdaderamente importante es vivir, mientras la mayoría de los mortales solo se preocupa por existir.