Porque el color hallaba su encarnación primera
Cabálgala. Domínala.
Y brotará en su casco
su piel de vida y muerte,
de sombra y luz, piafando.
Asciende. Rueda. Vuela,
creador de alba y mayo.
Galopa. Ven. Y colma
el fondo de mis brazos.
Caballos desbocados. Viento enfurecido. Inmensidad de paisajes y celajes enmarañada, turbulenta, necesitada de espíritus en lucha, alerta, decididos a empeñar todas sus fuerzas. No hubo descanso. Encontraron la razón para seguir muy dentro, en la fuerza albergada, entrañada en largos periodos de acúmulo. Las fuerzas desatadas de la Tierra no dejaron otra opción.
Claridad sin posible declinar. Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
acercando los astros más lejanos de lumbre.
Hubo empeño, hasta el final. Ni un solo momento para pensar en arrojar la toalla. Esencial pensamiento el del esfuerzo puro por nada a cambio. Nada?? Si. Tal vez un cálido y sincero abrazo en meta, una sonrisa, un gesto humano, entrañable. Nada más, ó tal vez si, mucho más. Emociones inexplicables, que puede que remuevan momentos muy genuinos en nuestro interior, que pensábamos pétreo. Si, llorar también, ¿por qué no?
Somos triatletas.
Realmente fue duro, lo bueno es que ahora lo podemos contar una mil veces, fue el final de temporada perfecta, la competición perfecta pero para una regata a vela jeje.
Saludos.