Hubo un tiempo en el que me sentí castellano. Castellano de cerca de La Mancha e incluso, apelando a mi ciudad natal y depende de en qué momento, castellanoleonés ; pero mejor leonés que castellano, por aquello de las rivalidades tribales ó étnicas. Podría , ahora, sentirme casi canario, en un acto de snobismo ó de papanatez. Canario del Sur, de los Barrancos de Tirajana, ó de sus playas.
Pero no. Con los años me he dado cuenta de que las raíces son solo producto de una necesidad de seguridad ó comodidad ; todo lo instintivo, lo intuitivo, lo que está más allá de la lógica me dice que debo pensar de otra forma… si siguiera pensando de forma local ó tribal probablemente me quedara a mitad de camino de lo que en realidad necesito pensar y sentir.
Un hombre normal y corriente se contenta con sus raíces. A menudo quiero parecer normal, pero aún así no comparto ese sentimiento de complacencia ¿qué puede haberme hecho pensar de otra manera? No dudo que mi adhesión a la actividad deportiva a la que me entrego desde hace décadas.
Un atleta alberga el sentimiento siempre de haberse quedado a mitad de camino, ya que la perfeccción nunca existe. A mitad de camino no solo en sus logros, sino en sus acciones , pensamientos y ambiciones. Nunca se conforma con sus status; ansía alcanzar metas cada vez más exigentes, independientemente de su edad. Se da cuenta de que no ha vivido ese día que siempre merecerá la pena volver a vivir… entonces si eres atleta… por qué quedarte enraizado en lugares, pensamientos, roles?? Hay mucho mundo y experiencias que descubrir hasta alcanzar cierta paz.
La vida plena, el pretendido Edén, la felicidad, son momentos y lugares no planificados en medio de un trayecto sin estación de llegada, hasta conseguir identificar a la persona que realmente se es en esencia.