Vivimos en un mundo que en poco tiempo ha sufrido cambios convulsos, que nos obligan a adaptarnos y que también anuncian años distintos en los que será necesario reinventarse. Nada ni nadie escapa ya de esta realidad, si bien  todos los amantes del deporte al aire libre esperamos que nada de esto sirva para acabar con actividades como la competición regular, las salidas libres multitudinarias del triatlón, los pelotones ciclistas… todo está cambiando , pero al menos los románticos de la resistencia nos resistimos a perder todo aquello que nuestros antecesores y nosotros mismos construimos.

No han faltado los debates , a menudo dilatados y acalorados, sobre las competiciones virtuales, ahora que cada cual está en su madriguera y no podemos vernos para litigar. Defensores y detractores con sus más y sus menos y a veces hasta más que palabras; y no se por qué razón, pero ha sido dar una opinión tibia acerca de ello y muchas personas del mundillo me encasillan en el bando de los ¿puristas? anti tecnología.  Tal vez sea por eso de le edad y de que ¿soy? de la vieja escuela, (algo que nunca he suscrito).

Pero, como en todo, a mi entender el problema no está en los avances tecnológicos , (necesarios y siempre bienvenidos) , sino en el uso inadecuado o la utilización desde el desconocimiento y  falta de fundamentos del usuario.

No me gusta hablar de viejas escuelas. Crecí deportivamente en un atletismo y triatlón distintos, de los que siempre quise extraer lo mejor. Por eso no me considero un viejo, sino un clásico,  adepto a tradición y todo lo bueno de lo moderno. Bien es verdad que no comulgo con aquellos que, amparándose en una pretendida modernidad, reinventan el deporte sin hacer ni siquiera un guiño a la historia y a la esencia (y no es retórica) , y sobre todo, haciendo un uso inadecuado de la tecnología que no debe nunca cambiarnos o mutilarnos, sino que nos debe servir para ser mejores.

 

Un repaso por mis edades tecnológicas. El pulsómetro.

A mi entender, la tecnología debe servir para potenciar una actividad y justificarla, y nunca para suplantarla como entiendo que puede llegar a pasar en este tiempo actual,  y como puede pasar también en otras actividades .Pero debemos entender que esto no es deporte en su más exacta acepción, sino que es un juego virtual.

Polar Sport Tester 3000. Casi nada.

Como dije anteriormente, siempre traté de estar en la vanguardia de lo tecnológicamente ético para promover mi actividad de entrenamiento y competición. Si me remonto 35 años atrás , recuerdo mi primer aparato tecnológico, el Polar Sport Tester 3000. No seríamos más de diez usuarios de aquel televisor de muñeca en toda España entonces, un aparato que no se comercializaba en aquel año, 1986,  en España, y que me trajo Eugenio Hernández Galán directamente de Finlandia, y que muy pocos utilizaban, entre ellos los hermanos Pascua, José Luis y Manuel, de este último leí un artículo soberbio en la revista Corricolari que despertó toda mi curiosidad por comenzar a estudiar a los precursores de los métodos de análisis y compartimentación de las intensidades de entrenamiento, (los italianos preferentemente, Francesco Conconi y sus alumnos que difundieron sus métodos de trabajo en el campo de la fisiología… que lo del dopaje da para otro tema…). Como para otro tema daría la Operación Galgo, pero no estoy ahora para estas cosas…

Con aquel pulsómetro controlaba la frecuencia cardiaca, algo revolucionario en aquella época, y realizaba Tests de Conconi a corredores de toda la zona centro en la Pista de Vallehermoso y Palomeras de Madrid. No solíamos competir con el pulsómetro, ya que gracias al test, correlacionábamos frecuencia cardiaca con ritmo de carrera y eso hacíamos: correr con intensidad de carrera, (ritmo km) entroncada con el puilso,  con el porcentaje adecuado traducido a minutos y segundos, ensamblado a nuestra zona umbral expresada en latidos minuto. Una escuela y un aprendizaje auténtico y descarnado que para tanto me sirvió en aquella etapa y por supuesto en las posteriores.

Hernández Galán  venció con 2h. 18′ en el maratón de San Sebastián de ese año y yo hice con 23 añitos 2h. 37′. Años más tarde llegó el Sport Tester PE 4000, con su interface con el que volcaba toda la información , imprimía gráficas de entrenamiento, tests y competiciones; tenía el programa específico del Test de Conconi, que durante algunos años realizaba como churros tanto con corredores,  como con ciclistas ya mediados los años 90, en la época prewatios,  en aquel tiempo en el que medir la pulsación al realizar los trabajos de resistencia era dogma. De los watios comenzaré a hablar en próximas entradas.

Una foto casi desdibujada en el tiempo de mi Maraton de San Sebastian 1986.

Aquel Polar Sport Tester 4000 me acompañó en mi primer Ironman de Lanzarote y en el de Hawaii en octubre,como lo hiciera también con Pauli Kiuru, el hombre pulsómetro, unos años antes en Hawaii. Kiuru  en 1993 se encontró lider en la carrera a pie de Hawaii, y supo que si hacia caso al pitido de los límites superiores  de su pulsómetro, no ganaría en La Meca… iba pasado de vueltas!!!  Pero quiso echar un pulso,  y nunca mejor dicho,  a la evidencia, y mantuvo el ritmo en contra de lo que le decía su experiencia, los límites que tenía marcados en función de sus variables fisiológicas, esas variables le decían que no podía ganar. Lo más inteligente era asegurar el 2º puesto, pero él intentó vencer y no lo consiguio, allí estaba Mark Allen para impedírselo,  pero demostró ser ambicioso.

Con el Polar ST4000 incluso pude grabar y volcar en aquel papel de impresora térmica el casi kilométrico informe con la pulsación grabada con un registro por minuto, que tanta y tan buena información nos aportaba entonces para su posterior análisis. Aquel papel murió volatilizado y aquellos registros quedaron en nada, como los latidos de nuestro corazón, olvidados casi ya en el tiempo, pero que tanto impulso y oxígeno proporcionaron a nuestra vida.