Tengo la suerte de hacer lo que me llena y me vacía al mismo tiempo. Soy como una vasija que vierte hasta la última gota para volver a llenarse de energía nueva. Y esa plenitud se hace cada vez mayor.

Nives Meroi, alpinista italiana.

El verano de 1996 comencé en triatlon. Primavera ese año, 10 kms ruta.

Disfrutar plenamente es algo constantemente perseguido por el hombre; pero para poder disfrutar ,se debe sufrir proporcionalmente. La escuela de sacrificio y perseverancia de la carrera de fondo, del cross, del maratón, fue la mejor que pude encontrar en ese viaje aún difuso durante los años 90 hacia el triatlón. Pienso ahora que nunca fui una persona de horarios, de 8 de la mañana a 3 de la tarde, y esa realidad se agitaba con la continua necesidad de explorar límites, algo que me autoimpuse y que con el paso del tiempo traté de transmitir a aquellas personas cercanas en lo deportivo.

Porque nada hay más cruel para una persona que el que sus sueños sean arrebatados. La sociedad de hoy promueve el cercenamiento de esos sueños y nada puede hundir más a un hombre que la realidad de que esto sea así.

Fui completando mi duro camino de aprendizaje. Seguramente sería torpe, pero si creo que era entonces sacrificado, apasionado, tenía el valor del esfuerzo, de hacer cosas que cuestan mucho y de las que no vas a obtener fruto inmediato, sino que te va a costar un tiempo. Y que la satisfacción obtenida va ser breve, pero que va a dar sentido a toda una vida.

Con ese bagaje me encontré en el umbral de mi primer Ironman de 1998.

Lecturas y vivencias , muchas experiencias que me dan fuerza y otras que me postran y me condenan a momentos de abatimiento para después renacer. Y en la Navidad de 1997 , una noche, tumbado en la cama leyendo sobre Mark Allen  es cuando decido finalmente inscribirme para el Ironman de Lanzarote, mi montaña de 8.000 entonces, un reto con el que me había estado bombardeando un guerrillero empecinado que ya había hollado la cima de aquel hito deportivo de entonces, José Antonio González Gordillo, (un abrazo si me lees)  Aquel vallisoletano afincado en Talavera fue para mi como un  faro que deslumbra en el proceso de la vida.  Uno de esos focos que procuran luz en un túnel. Gordillo, como nosotros le conocíamos, era un hombre solitario, pero a la vez cercano en el trato. Le calificaría ahora como leal, solidario, noble, cualidades que deberían estar siempre apegadas a la condición atlética, lamentablemente no siempre es así, como podemos ver en algunos comportamientos de ahora . Valores extraños en nuestro tiempo.

Él me decía: «No hay nada imposible si tu mismo no vas , te metes hasta dentro y compruebas si se puede o no se puede hacer». Con mi bagaje de más de quince años de resistencia, dudaba, pero sus palabras me daban seguridad, y a la vez confiaba en mi mismo y en mi capacidad.

No existían métodos de entrenamiento contrastados. Era todo experimentar en uno mismo. Me autoentrenaba, leía, aprendía de la experiencia,hacía cursos, aplicaba los sistemas de entrenamiento del atletismo, (las cuestas, el método continuo variable. el intervall training, el fartlek, los juegos de carrera, el ritmo resistencia el ritmo competición…) y modelé entonces,fui diseñando y puliendo mi método de entrenamiento para Ironman, que llevado hasta hoy y evolucionado, tanto entendimiento, conocimiento , frustraciones y sobre todo satisfacciones me ha procurado.

Para qué haces esto?? me decía mi madre ó mis amigos, una meta en apariencia imposible. Mi cerebro era el responsable. Como ya hice en mi niñez y adolescencia con Las Aventuras de Tintín, primero había que leer a los mitos y clásicos, inspirarse en los pioneros; Mark Allen, Dave Scott, Scott Tinley,  gentes que antes que nosotros se atrevieron a esforzarse más ; luego, buscar esa fuerza dentro de nosotros. La búsqueda de las razones y los medios siempre deben estar en torno a la lectura, algo que en tiempos modernos está en desuso, demasiados deportistas haciendo camino sin un fundamento, sin apelar a la tradición, sin escrutar el camino.

Por normales que seamos, por anónimos, estamos programados como seres humanos para alcanzar cosas extraordinarias.