Cuando se es muy joven ocurre que no sabes bien qué cosas quieres de la vida. Pero, indudablemente, todos nosotros tenemos un misterioso hilo conductor que, antes o después, terminará llevándonos a elegir aquello que de forma innata ya está latente en nosotros, y servirá para construir nuestra personalidad.

Walter Bonatti. (1930- 2011)

 

Aún recuerdo mis 11-12 años, edad que establezco como determinante para mi posterior adhesión al deporte de resistencia. Y por qué? Pues no porque comenzara en esos años a entrenar en un equipo de atletismo, o en un equipo de natación, ni siquiera porque montara los fines de semana en bici. Nada de eso. La clave de mi posterior apego a la resistencia debería buscarla en mis lecturas.

En aquellos días , mediados los años 70 , nada más salir del cole me iba a buscar el trozo de pan con chocolate a casa, pero no me iba a la plazoleta a jugar con el resto de los amigos, sino que me encaminaba a la biblioteca municipal, a escasos 400 metros de casa, a leer con avidez Las aventuras de Tintín.

 

La aventura: el desencadenante de este lance vital es a menudo el hallazgo fortuito de un

objeto,  un símbolo al que debemos encontrar respuesta , como era en el caso de Tintín ; eso es lo que encontraba en aquellas lecturas. Y ese romance fue el que busqué años después en la carrera a pie, y algo después en el Triatlón: la mayor aventura la podríamos buscar actuando, y no solamente pensando, y la más maravillosa empresa a menudo nada tiene que ver con lo que vemos, sino con lo que vivimos y sentimos.

Con mi hermano Carlos, con 11 años en la casa familiar.

Esa búsqueda de andanzas o historias comenzaba entonces a apoderarse de mi. Comenzaron a no divertirme los juegos de equipo, ni comer pipas en la plaza del barrio , entonces a aquella tierna edad descubrí que me gustaba caminar hasta donde acababa la ciudad, ponerme a correr por el Puente Romano de mi Talavera hacia los cerros más allá del  río Tajo y perderme algunas horas explorando. Asi era muchas tardes de verano, escapar de casa después de la siesta y del Tour, e ir caminando a los cerros de la Labranza El Alto para tal vez correr por Los Sifones y hasta a hacer algún rappel de cuando en cuando con algun amigo o mi hermano Carlos en las cárcavas del Cerro Negro.

Se podría haber pensado entonces , y seguramente años después de manera más rigurosa, que era un inadaptado. Estar corriendo por mil y un caminos buscando algo inexplicable para el resto de tus congéneres, (con aspecto de yonqui y el pelo alborotado),  puede tener mucho que ver para el resto de personas con la inadaptación. Hubiera sido legítimo pensarlo.

Nos pasamos la primera parte de nuestras vidas buscando, y algunos tenemos la suerte ó tal vez la oportunidad, de encontrar por pura casualidad nuestra pasión.