De la misma forma en que el pulsómetro inundó durante años nuestras vidas deportivas, fue poco a poco quedando arrinconado en algún periodo, incluso en los de mayor dedicación al entrenamiento. Educadas las sensaciones durante largas horas, largos meses y años, a menudo llevar el reloj y la banda era más puro mimetismo que necesidad absoluta, y el empleo del monitor de frecuencia se solía ceñir más bien a entrenamientos controlados y tests que a las sesiones cotidianas.
Aquellos tests en los primeros años del triatlón, en los que me abracé a la religión del ironman, estaban más enfocados a la eficiencia energética y metabólica a bajas intensidades que al rendimiento intensivo. De ahí los tests que acuñé a últimos de los 90 y primeros años del nuevo milenio, y que marcaron algunos de mis mejores resultados en el triatlón, en aquellos años en los que , a veces, llegaba a las 30 horas semanales de entrenamiento.
Leyendo a Maffetone y a mi admirado Mark, diseñé mi propio test de eficiencia aeróbica: para la bici, y después del calentamiento, 30′ acoplado en un rodillo Cateye CS1000 entre 145 y 149 pulsaciones minuto con una pendiente del 2% para ir viendo como a medida que iban transcurriendo los meses, cada vez era capaz de recorrer más distancia sin modificar la pulsación. Para la carrera, un recorrido de 8 kms. señalizado, empleando la misma franja de pulsación, para comprobar que era capaz de cada vez hacerlo más rápido. Entonces, confiando mucho en el trabajo extensivo moderado, solía llegar a los diez días previos a la competición principal en mi mejor forma; así fue en el año 2.000 para el Ironman de Lanzarote en el que conseguí el segundo puesto de los españoles a nivel absoluto, en cerrada lucha con Luis Perdomo en aquella época en la que el Ironman era un deporte distinto al que conocemos ahora, mucho más amateur y con menos practicantes.
Meses después , tras un denso segundo ciclo de entrenamiento anual, batí mis mejores registros en aquellos tests de entre 10 y 12 días antes de la competición de cara al Campeonato de España de Larga Distancia de Ibiza, en el que tras el segundo puesto de Lanzarote iba a estar peleando por la victoria absoluta en la Copa de España de Larga Distancia… pero una caída en bici y la posterior fractura de clavícula en la prueba truncó todas mis expectativas.
En aquellos últimos años de mi etapa más dedicada al entrenamiento, ya solía tener mis litigios con la pulsación, ya que a medida que el entrenamiento avanzaba, sentir la relación entre el incremento de la intensidad con el aumento de la pulsación era un empeño cada vez más difuso y dificultado, y fue entonces cuando se comenzaba a escuchar aquello de los «medidores» que empleaban los alemanes del Telekom… si bien la primera vez que escuché hablar de potencia fue en 1997, cuando Bjarne Riis ganaba la Amstel Gold Race con un sistema de entrenamiento SRM. Habiendo entrenado con el SRM en el recorrido de la Amstel meses antes, pudo adaptar su entrenamiento para satisfacer las demandas específicas de la carrera …¿qué era aquello de la potencia?? años después comenzaría a explorarlo.
La era de la potencia y la medición del lactato.
Algunos años antes al triunfo de Riis, Greg Lemond fue uno de los primeros corredores profesionales en ver el valor del entrenamiento con potencia, empleando algunos prototipos. Pero fue en 2004 cuando los potenciómetros comenzaron a ser más visibles… La telemetría se ponía en VIVO en el Tour de Francia 2004. La ARD (televisión alemana) transmitió segmentos de datos LIVE SRM durante todo el Tour de Francia. En los gráficos se mostraba la potencia, la cadencia, la velocidad y la frecuencia cardíaca en tiempo real , mostrando los esfuerzos necesarios durante la carrera.
Tras algunos años alejado de objetivos de rendimiento personal, vuelvo al Ironman de Lanzarote en el año 2005 con poca convicción en lo referente al control del pulso, por algunas de mis lecturas sobre ciencia del entrenamiento, y un poco desorientado por el crecimiento paulatino de nuestro deporte. Así, el resultado estuvo alejado de mis tal vez entonces desenfocadas expectativas, había disminuido mi dedicación y los deportistas mejoraban y perfeccionaban sus métodos. Carmelo Ruiz, desde su residencia en Lanzarote y gracias a sus contactos con los alemanes que pasan sus inviernos en La Santa, comienza a hablarme con insistencia del medidor de potencia y, aunque con cierto escepticismo al principio, comienzo a interesarme por ello. Pero es David Arroyo a su regreso del Tour de Francia en el año 2006, en el que obtiene un 20º lugar en la general, tras un ímprobo trabajo para su líder, Oscar Pereiro, a la postre vencedor, el que se sienta conmigo y me expone la realidad que ya impera en el pelotón, la de controlar la intensidad por medio de la medición. Un reto para ambos, para mi como entrenador, para él como deportista, pero nos embarcamos con decisión a ello. Personalmente también es un acicate en lo deportivo, tras un Ironman 2006 para olvidar.
Entonces, el precio del SRM era de unos 2500 euros, así que busqué algunos atajos que me recordaron aquel dicho que tanto repetía mi padre, «el dinero del pobre va dos veces al mercado» Me hice con un medidor de segunda mano de Polar que, aparte de necesitar constante calibración, daba lecturas dispares. Pero en los últimos días de aquel 2006, David llegó a mi casa con un SRM nuevo, embalado en su caja, y me lo entregó; compró dos dispositivos en Suiza a menos de la mitad del precio,uno para él y otro para mí, gracias a contactos de Carlos Sastre . Ni que decir tiene que ambos aparatos fueron directos al taller e instalados en nuestras bicis.
Exploramos y estudiamos un mundo hasta entonces no transitado. Empezamos a entender muchos aspectos que nos habían pasado desapercibidos durante años. Mejoramos la calidad de nuestros entrenamientos y competiciones. Así, yo pude mejorar mi rendimiento en el Ironman de Lanzarote respecto a 2005 y 2006 gracias a la optimización del segmento ciclista en más de 25 minutos respecto a años precedentes, logrando de nuevo , 9 años después de mi primera vez, mi clasificación para Hawaii. Y Arroyo, comenzó a mejorar ostensiblemente, y aún trabajando para sus líderes, Valverde y Pereiro, fue el 13º clasificado de un Tour de Francia marcado por más escándalos y descalificaciones por dopaje.
Nada más volver de Hawaii, una empresa española importadora de otro sistema de medición de potencia de vanguardia, se puso en contacto conmigo y me pidió que vendiera mi SRM y colaborara con ellos.
Asi comenzó mi relación con Powertap, que mantengo hasta hoy gracias a los pedales que utilizo, ya que Saris no fabrica ya el producto, ni se distribuye en nuestro país por aquellos que engrandecieron la marca. Mi relación hoy por hoy terminó.
Pero como olvidar unos primeros años de desarrollo y perfeccionamiento del producto que viví de cerca, años de difusión entre la comunidad ciclista y triatlética, de los que recuerdo sobre todo mis charlas en los Campus de Eduardo Chozas en Alicante , con decenas de cicloturistas que oían hablar por vez primera de la potencia, o mis publicaciones pioneras en revistas especializadas. Entonces, como en el pasado, estábamos abriendo un camino y al tiempo dábamos solidez a nuestro empeño cotidiano en el campo del entrenamiento y la competición. El empleo de , a partir de 2008, medidores powertap, más baratos y versátiles que los SRM, y la medición del lactato con aparatos portátiles de campo, marcaron los mejores años de resultados para mi en el ciclismo, como fueron los puestos 8º- 2º y 11º en el Giro de Italia de Arroyo, ó la victoria en la Copa de España élite 2013 del corredor sub23 Fernando Grijalba entre otros.
Dejemos para una tercera entrega algunas de mis reflexiones presentes sobre la tecnología que viene.